Al principio de los tiempos Obatalá el Orisha blanco había perdido a uno de sus hijos, el dueño de todas las cabezas llevaba más de dieciséis años buscándolo.
Un día en su afán de encontrarlo bajó a la tierra y emprendió un largo recorrido realizando una búsqueda exhaustiva en cada rincón habitado.
Pataki de Ogbe Wale donde el padre Obatalá encuentra a su hijo perdido
Al llegar a un pueblo observó a lo lejos una mujer con un bebé en los brazos, esta gritaba desesperada pues un alacrán había picado a su hijo enfermándolo de gravedad.
Obatalá se compadeció de la madre y del hijo sanando al pequeño, al hacer esto se percató que el bebé tenía en la oreja un lunar que solo pertenecía a sus descendientes.
- Entonces preguntó a la mujer que quién era el padre de la criatura.
- Esta le contestó que su esposo se encontraba lejos trabajando la religión, que si quería verlo debía adentrarse más en el pueblo y allí lo encontraría.
Obatalá partió al encuentro con el hombre teniendo la certeza de que había encontrado a su hijo.
Al llegar al corazón del pueblo el Orisha preguntó dónde podía hallar a Ogbe Wale, las personas del pueblo le indicaron el sitio exacto donde se hallaba.
Los hijos como los dedos de la manos son diferentes, pero los une un lazo de sangre
Obatalá vio que había una larga fila esperando por que el Oluo los consultara y una vez fue su turno le dijo al sacerdote antes de empezar la consulta que:
Él era Obatalá y que estaba allí enfrente suyo por el mismo motivo, aunque pareciese extraño.
Este le comentó que a ambos le preocupaban sus hijos, a lo que el Babalawo le contestó con una afirmación.
Este le dijo:
Ogbe Wale, sé que tienes varios hijos entre esos uno recién nacido y todos te preocupan porque son distintos y temes por ellos.
Pero los dedos de las manos son diferentes, aunque todos cumplen prácticamente la misma función.
Así son los hijos, todos son diferentes, pero los vincula la sangre y eso jamás podrás cambiarlo, al igual que el hecho de que yo soy tu padre y tú mi hijo perdido.
Ogbe Wale quedó sorprendido ante tal hecho, Obatalá le dijo:
Como prueba de la veracidad de mi planteamiento, tócate la oreja derecha y dime si tú y tus hijos no tienen en esta un lunar, por eso te reconocí, porque esa es una de las marcas que coloco sobre mis descendientes.