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Ika Ejiogbe: el hijo perjudica a la madre ¡La palabra de Orula NO se ignora!

Hijo en Ika Ejiogbe

En Ika Ejiogbe se narra la historia de una mujer que ansiaba con todas sus fuerzas ser madre.

En ocasiones se encontraba en su casa perdida en las ensoñaciones donde acunaba un bebé entre sus brazos.

Al verse frustrada desde hacía tiempo en esta empresa comenzó a buscar en la religión una salida que la ayudase a solventar su deseo.

En una oportunidad convenció a su esposo para que la acompañase a casa de Orunmila, quien ella aseguraba tendría la solución para su deseo.

Pataki donde por un capricho no se cumplió el plan de Olofin

Orunmila recibió a la joven pareja en su morada y al consultarlos se percató que traer un hijo a este mundo no era lo que Olofin había planeado para ellos, pues tener un bebé era una responsabilidad muy grande.

Realidad que se encontraba muy lejos de la visión de procrear que tenía la mujer, quien deseaba el niño para aplacar su aburrimiento.

Orula al ver la insistencia de la dama se mostró complaciente ante su capricho y le realizó el ebbó, que con éxito le permitiría ser madre.

Antes de esto el adivino advirtió a la pareja que:

Una vez naciera el niño debían llevarlo rápidamente al pie de Obatalá y Yemayá, Orishas que se encargarían de aplacar la furia que su descendiente llevaría dentro.

Cuando la mujer dio a luz llevó a la mañana siguiente al bebé al pie de la loma para que Obatalá lo bendijera, el santo blanco extendió su mano sobre el pequeño infundiendo en él toda la paz y la paciencia que pudo.

Antes de que la orgullosa madre se marchara, el Orisha le advirtió que:

Debía criar a su hijo siendo muy estricta, pues su temperamento mellaría en él todas las normas de conducta existentes sobre la tierra.

Llegan las desgracias cuando se ignora la palabra de los Orishas

Al paso de los días la mujer decidió que no sería necesario que acudiese a casa de Yemayá a presentarle a su hijo, pues ya con la bendición de Obatalá el niño había tenido más que suficiente.

Cuando el pequeño aprendió a caminar comenzó a mostrar rasgos severos de personalidad y carácter, no acatando los regaños de su madre ni las órdenes que esta le daba.

La mujer desesperada acudía ante la figura paterna para que su marido le impusiese respeto, voz de mando que el niño si acataba a la primera.

Al paso del tiempo la conducta del muchacho se fue agravando y solo permanecía la paz en el hogar cuando el padre se encontraba presente.

Al mínimo regaño de su madre el joven se ponía agresivo y arremetía contra ella abusándola físicamente.

Una mañana en uno de esos arranques de furia el muchacho terminó por perjudicar a su propia madre privándola del derecho de vivir.

Acción que después de efectuada a pesar de los lamentos y las lágrimas, no tuvo vuelta atrás. 

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