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¿Cómo Orula y los Orishas cómplices engañan al Dios Olodumare?

Orula y olodumare

Orunmila el gran Oráculo de Ifá como gran amante de las apuestas desafió en cierta ocasión a Olodumare, citando que él sería capaz de demostrarle que el maíz tostado germinaba.

Olodumare estaba convencido de que era una locura plantear semejante hipótesis pues el maíz tostado había perdido debido a los procesos de cocción su capacidad de aflorar nuevamente.

Por ello aceptó el reto propuesto por Orula sintiéndose desde el primer momento el ganador de la disputa.

Elegguá y Shangó, los cómplices del adivino en la apuesta

El Orisha adivino era consciente de lo disparatado de su planteamiento, por lo que llamó a Elegguá y a Kawó Silé para que lo ayudasen a hacerse con la victoria sobre la apuesta lanzada.

Sería la primera vez que un santo se atrevía a jugarle una mala pasada a Olodumare por lo que el plan debía salir a la perfección sin la posibilidad de un margen de errores.

Las tres deidades acordaron trabajar en equipo por un bien mayor, el obtener de Olodumare una cuantiosa recompensa, la que la deidad había ofrecido como pago en caso de perder la apuesta.

El día pactado Orula acudió al campo con su morral repleto de maíz tostado y en presencia de Olodumare procedió a sembrarlo tal y como habían acordado.

Después ambas deidades se dispusieron durante el día a vigilar la siembra desde el palacio de Olodumare.

La trampa de Orula para engañar al Dios Supremo

Esa noche mientras todos dormían Elegguá y Shangó quienes eran cómplices de Orula suplantaron el maíz tostado por maíz en óptimo estado, el que sería capaz de retoñar perfectamente, sin apenas dejar huella del trabajo realizado.

Al paso de los días Olodumare propuso a Orula visitar la siembra para ver el fruto de la cosecha que él aseguraba sería nula, por lo que emprendieron un viaje muy corto hasta el sembradío, pero lleno de sorpresas.

Olodumare paga la deuda prometida al Oráculo de Ifá

Cuál sería su asombro pues al llegar al campo este se encontraba adornado de pequeños retoños verdes, los cuales auguraban la crecida del maíz tostado, a pesar de lo disparatado de la situación.

Olodumare quedó anonadado, no podía creer lo que sus ojos veían.

Este no era capaz de hallar una explicación racional ante tal suceso, el que hasta hace pocos minutos parecía imposible de suceder.

Fue entonces que se vio obligado a cumplir su palabra y saldar la deuda que poseía con Orula.

Dicho cuantioso pago posteriormente fue repartido equitativamente entre los tres cómplices Elegguá, Shangó y Orula.

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