Ika Irete vivía bajo la sombra de las bendiciones de Yemayá y Shangó quienes lo amparaban de los osogbos y las adversidades.
Este era un hombre con mucho iré por eso cada empresa en la que se adentraba le resultaba triunfal.
Hecho que le había ganado tanta fama como envidia por parte de sus enemigos, quienes lo maldecían y lo asechaban en secreto con el fin de perjudicarlo.
Pataki donde Ika Irete se salva de los maleficios con la ayuda de los Orishas
Debido a los continuos malos deseos a los que este era sometido vivía bajo algunos malestares, dolencias que solo podía quitarle Oyá Yansá.
Pero esta santa se había marchado de esta tierra producto a un disgusto que había tenido con Yemayá y Shangó.
En cierta oportunidad Ika Irete fue a visitar a Orunmila para que este le ayudase a descifrar el porqué de sus dolencias.
El adivino lo consultó marcándole la realización de un ebbó donde debía sacrificar en la puerta del cementerio una gallina, una paloma y un gallo a Eggún, quien le mostraría la verdad sobre lo que le sucedía.
Orula marca un ebbó y Oyá hace un pacto con Eggun
Cuando el hombre llegó al camposanto, sus enemigos lo estaban esperando, antes de que este pudiese ejecutar el sacrificio sus contrarios a traición lo derribaron perdiendo este el conocimiento.
Al paso de los días Shangó y Yemayá se preocuparon porque su hijo no regresaba de los dominios de Oyá, entonces emprendieron el camino para buscarlo.
Al llegar al cementerio los Orishas se percataron que Ika Irete se encontraba moribundo.
Estos lo tomaron trasladándole hasta la sombra de una planta de Acacia.
Oyá, quien había cuidado del individuo al verlo en tal estado comenzó a invocar a los muertos efectuando el sacrificio a los mismos con el gallo, la gallina y la paloma estableciendo un pacto entre estos e Ika Irete.
Tarde o temprano llega la justicia divina y hace pagar al culpable
Yansá le explicó al hombre que con la ceremonia realizada este no sería vencido jamás por sus enemigos.
Una vez recuperado regresó a su pueblo, sus contrarios se mostraron molestos al verlo vivo y gozando de buena salud.
Entonces sucedió que los mismos comenzaron a enfermar de las mismas dolencias que en antaño le provocaban a Ika Irete, atrasándose en la vida y quedando en la miseria como castigo de la envidia y las malas intenciones que llevaban en su interior y que no eran más que una muestra de la infelicidad que sentían y de sus propias debilidades.