El Cagüeiro, El Güije y El Sijú son parte de los mitos de gran peso religioso del campo cubano, se responsabiliza a estas entidades de muchos de los sucesos desafortunados desde tiempos remotos.
El Cagüeiro, ente transmutante del mal.
Es este uno de los tantos espectros que componen la mitología y la idiosincrasia teológica cubana.
Se dice de esta entidad que es transmutante, hecho que le confiere la posibilidad de adoptar la forma animal que desee o simplemente adoptar la apariencia de cualquier objeto o persona, para obtener sus objetivos y confundir a los seres humanos.
A este ser se asocia con la sensación de angustia y persecución que se padece aun cuando se está seguro de no ver nada perturbador, pues puede influir en las personas negativamente, aunque este representándose en objetos comunes e inofensivos.
El Güije, el duende cubano.
El Güije es la representación cubana de los llamados duendes. Este habita en los bordes de las lagunas, las cuevas, donde existen fuentes de agua y el borde de los ríos.
Este hombrecillo representado como un ser oscuro es el responsable de lanzar encantamientos desafortunados sobre los seres humanos y animales.
Fechorías que realiza por pura diversión o a cambio de pactos que deben ser pagados con lo que el procreador del mal desee.
El Sijú es el portavoz de la noche.
El Sijú Platanero es un ave autóctona de Cuba perteneciente a la familia de los rapaces nocturnos, género que se identifica por desarrollar la mayoría de sus actividades durante la noche fundamentalmente la caza de presas.
En Cuba existe la creencia que la aparición de un Sijú durante la noche es señal de mal augurio, pues se le ha conferido religiosamente la capacidad a estas aves de ser las portavoces de las malas noticias, los mensajes del más allá e incluso los preludios de la mismísima muerte.
Esta ave ronda por los platanales y diferentes sembrados, pero prefiere habitar el primer destino anteriormente mencionado.
Popularmente se cree que el Sijú conoce todos los secretos de la noche y vigila con atención las viviendas mientras sus moradores descansan.
Muchas personas han tratado de ofrecer comida a estas aves e incluso encarcelarlas, hechos que ponen en peligro la existencia del animal.
Las familias campesinas más antiguas consideraron en su momento no mirar fijamente al Sijú, por considerar este acto como un augurio que daría pie a eventos desafortunados.