Relata el pataki que uno de los hijos de Obatalá llamado Aguema se sentía perturbado, pues él consideraba que no tenía poderes para defenderse de sus enemigos y que su existencia en este mundo era insignificante.
En cambio, muchos de sus hermanos con sus virtudes ayudaban a la humanidad y él quería hacer lo mismo.
Desde pequeño siempre había tenido conflictos con uno de los hijos de Ozain quien era al igual que su padre un hábil hechicero, quien además era protegido por Oyá Yansa la deidad dueña de los remolinos y las centellas.
Pataki donde el Hijo de Obatalá quería conocer el propósito de su vida
Un día Aguema partió en búsqueda de su padre al que pidió que le revelara sus dones para de este modo poder encausarse en la vida y cumplir su sueño de ayudar a la humanidad.
Ante la insistencia de sus peticiones Obatalá lo llevó al pie de Ifá para que Orula le explicara el propósito de su existencia.
Al llegar a casa de Orula, Shangó abrió la puerta y entró en cólera al ver a Aguema con su padre pues él no entendía el porqué de la visita.
Orumila los mandó a pasar y abrió el registro, cuando el adivino comenzó a cantar empezaron a salir por todas partes camaleones, los que cambiaban de colores camuflándose del peligro formando un círculo alrededor de Aguema.
Junto a los camaleones, Aguema se defiende de sus enemigos
Ozain quien entraba en ese preciso instante a casa del gran adivino de Ifá se asustó al ver que alrededor de Aguema los camaleones cambiaban de colores.
Por lo que dijo a sus hijos que jamás buscaran riñas con el hijo de Obatalá pues este empleaba los camaleones como mensajeros.
Con el tiempo Aguema adquirió la misma habilidad que los camaleones y aprendió a camuflarse en el monte cuando se sentía amenazado, sobreviviendo así a grandes ataques de sus enemigos.
De esta forma los hijos de Obatalá y de Ozain se unieron sellando un pacto de paz poniendo fin a las querellas infantiles que los antecedían.
A través de la palabra de Ifá ¡se encuentra el verdadero camino!
Desde entonces Aguema envía a los camaleones a socorrer a los hijos de Ozain y estos le retribuyen el favor a través de sus dones y servicios como expertos en hierbas medicinales y mágicas.
Aguema encontró su propósito sobre la tierra y desde ese día nunca más se sintió triste ni abatido, dedicándose a hacer lo que siempre había querido, que era ayudar a los demás.
Cuenta la leyenda que Aguema manda sus camaleones para bendecir a los religiosos y en ocasiones alertarlos del peligro.